Dice una
amiga mía muy graciosa que está harta de recibir buenos deseos de parte de
amigos que antes de soltarla una coz, la dicen lo que se alegran de verla y que
se preocupan por ella.
-Ha vuelto a
su pueblo por Navidad como todos los
años y después de la ilusión de ver a todos sus parientes se fue a dar una
vuelta por el centro urbano para tomar una cervecita con sus primos.
-La primera
que la saludó fue su amiga la alcaldesa que la deseó unas navidades muy felices
y la dijo que ojalá el año que viene
engorde un poco porque está seca……
-La segunda
con la que se paró, dijo que la encontraba muy ajada, que si había estado
enferma , que a ver si el próximo año mejoraba un poco, y así fue recibiendo
los deseos del año nuevo de sus compañeras de colegio, y de sus vecinas…..
-La más
inapropiada de todas fue una amiga de su madre que la dijo que a ver si
encontraba de una vez un novio, porque ya se la estaba pasando el arroz…..
-Creo que
hay mucha gente que no se ha enterado de que los deseos de año nuevo, no son
groserías, y que si a uno no se le ocurre nada bueno que desear, que diga
simplemente ¡Felices pascuas! o ¡Feliz
año nuevo!
-En Año Nuevo,
la gente debe desear a los demás salud, dinero, amor, prosperidad….etc, pero
nunca se deben decir cosas desagradables a nadie.
-Mi amiga,
es una mujer muy guapa, tiene un buen tipo, y aunque ha adelgazado últimamente,
tiene un peso muy apropiado y nadie la puede llamar delgada y mucho menos seca,
sobre todo si la que se lo llama es también una mujer de su edad y talla
parecida.
-Los buenos amigos,
los que te quieren y se alegran contigo de tus cosas, siempre te desean cosas buenas y positivas, que te hacen sonreír
como este que me acaban de mandar:
-“Hoy te he
ingresado 365 días de buena suerte, de alegría, y de felicidad en tu cuenta número 2013”. -¡Adminístralos bien! .
-Yo, la
deseo lo mismo que a todos vosotros lo que dice la famosa Oración de la Serenidad
del famoso teólogo estadounidense Reinhold Niebuhr que repito tan a menudo:
-“Que la
serenidad, Dios me conceda de aceptar lo que no puede cambiarse.
-El valor de
cambiar lo que es cambiable.
-Y el don de
discernir la diferencia.”