-Una amiga me acaba de contar que se ha peleado con
su marido, y que sin querer, ha sido cruel, estaba llena de ira, y, le ha dicho cosas terribles…..
-Mi padre, que era periodista, amaba
profundamente las palabras, y decía: “Cuida tus palabras, pueden llegar a
cortar tu propia lengua”.
-Las palabras son hermosas o crueles, según
queramos.
-Hablar bien es un don de Dios, las palabras se
crean en la mente, y la mente es como un paracaídas que solamente funciona
cuando lo abres; por eso debemos estar muy atentos a las palabras pronunciadas,
porque pueden dar alegría o tristeza, así que siempre somos responsables de
nuestras palabras.
-La vida es como una obra de teatro que no
permite ensayos, así que debemos estar alerta a lo que decimos.
-Es difícil controlarse cuando uno está muy
enfadado; parece como si las palabras
peores que conoces, se citaran en tu
boca, y solamente deseas lanzárselas al otro para que “se entere”.
-Mi hijo Félix, que es muy bromista, cuando nos
oye criticar a alguien, siempre dice: ¡Tened cuidado, no os vayáis a morder la
lengua, porque os envenenaríais”, y nos da tanta vergüenza que nos callamos
inmediatamente, porque nos hace reflexionar sobre lo que nunca se debe hacer,
aunque sea en broma.
-Los seres humanos, tenemos en nuestro
maravilloso y mágico cerebro 4 millones de estructuras sensibles al dolor, y, nosotros
podemos ponerlas en marcha, simplemente con una palabra cruel.
-Más vale perder una discusión que ser cruel.
-Debemos recordar que somos seres humanos
capaces de hablar para calmar al otro , por muy enfadado que esté, podemos
animar al que está muy deprimido, estimular al más cobarde, y arreglar cualquier
malentendido, con un ¡Te quiero!.
-A veces perdemos mucho tiempo regodeándonos en
lo que nos han dicho, sin darnos cuenta de que nosotros también hemos dicho
muchísimas cosas, y no nos paramos un momento a respirar, para poder recordar
las cosas buenas, y reflexionar con un
poco de distancia , sobre lo que verdaderamente ha pasado.
-Necesitamos contar nuestros bienes siempre que
estemos irritados por los males que creemos que nos han infringido, así,
podremos sopesar las cosas con mayor justicia y equidad.
-Intentaremos atesorar palabras buenas, y las
utilizaremos a menudo, para que se aprendan el camino a nuestra boca, y cuando
estemos enfadadísimos, se mezclen con las malas.