Todos sabemos de sobra lo que duele cuando
alguien nos hace daño, y por eso nos cuesta tantísimo trabajo perdonar.
-El primer impulso, es el de la venganza. Solamente queremos hacerles
mucho más daño del que nos han hecho para que se enteren , y solo queremos tomarnos
la justicia por nuestra mano.
-Si no perdonamos a los que nos han ofendido,
sufrimos muchísimo, porque seguimos teniendo una herida infectada que se
volverá a abrir cada vez que recordemos
el hecho en sí, o que veamos a los culpables de nuestra ofensa.
-Según publicaron Gordon &Baucon dos
psicólogos expertos en este tema en el año 1999, sucede en tres etapas:
1ª-Primero tienes una percepción de la ofensa y
del que te ha ofendido más empática y ecuánime.
2ª-Luego, a medida que aumenta tu empatía, viene
una especie de reducción de sentimientos negativos hacia el que te ha ofendido.
3º- Y por último, empiezas a desistir de tu
derecho a castigar al culpable.
-Deberemos estar seguros de querer perdonar ,
aunque el otro, ni esté arrepentido ni se disculpe, es por nuestra salud mental.
-De todas maneras lo mejor será no tratar a esa
persona en una temporada, porque si no, todos nuestros deseos de perdonarle ,
se esfumarán .
-El perdón es algo personal, y no es necesario
que el otro lo sepa; es desistir de nuestro deseo de venganza, porque estamos
haciendo algo que nos ayuda a mantener nuestro equilibrio emocional y a
mantener la calma.
-Nuestra propia experiencia nos ha enseñado que
cuando tenemos malos sentimientos hacia alguien, somos nosotros los que estamos
sufriendo y perjudicándonos , así que procuraremos perdonar cuanto antes y no
volver a pensar en ello.
-En una afrenta sabemos que lo que más sufre es
nuestro “Ego”, por eso al perdonar sentimos una liberación tremenda, es como si
nos hubieran quitado un peso de encima.
-Buenas noches.