Hoy os voy a contar el cuento de “La campana del Rey” porque
me gusta mucho su moraleja.
-Había una vez, en un país muy lejano, un rey, que el día en
que subió al trono, mandó colocar en la torre más alta de su palacio una
preciosa campana de plata.
-El rey mandó al pregonero que fuera pregonando por todo su
reino, que haría sonar la campana cada vez que se sintiera feliz, para así
poder compartir con sus súbditos su alegría.
-AL principio, la gente se pasaba los días esperando oír el
tañido de la campana de plata. Pero pasaron los días, los meses, y los años, y
la campana nunca sonaba para decirles que su rey era feliz.
-Un día al cabo de muchos años, cuando el el rey, ya era muy viejo y estaba muy enfermo en su cama, se
encontraba muy triste al ver lo solo que estaba.
-Muchos súbditos se acercaban a verlo, otros le mandaban
frutas y dulces, y otros rezaban por él de día y de
noche; entonces el rey, se dio cuenta de que la gente le quería, y se sintió
tan feliz, que mandó que tocaran la campana de plata, para comunicar su
felicidad antes de morirse.
-Moraleja: “El rey vivió toda una vida de infelicidad,
porque nunca supo lo mucho que le querían sus súbditos”.
-Cuantas veces nos sentimos solos y desgraciados, sin
pararnos a contar la cantidad de personas que nos quieren y que nos aprecian.
-Hay muchas personas que se pasan la vida coleccionando agravios, sin contar la de veces que tienen motivos sobrados para tocar su campana de plata
- Tal vez, deberíamos empezar nosotros, y en vez de mirarnos
el ombligo, dar el primer paso tocando
nuestra campana, cuando estamos rodeados de gente que nos quiere, y quizás,
deberíamos decírselo, ya que cabe la posibilidad de que como el rey del cuento, no lo sepan, y, los sentimientos que no se expresan, se convierten
en resentimientos”