Esta mañana hemos ido mi marido y yo a “La Cúpula”, un precioso centro comercial
que está bastante cerca de casa.
-Hoy hace un calor tremendo en Madrid, ese calor
típico de la Canícula, que hace que al
cruzar las calles asfaltadas parezca que se te van a pegar los tacones al
suelo.
-Hemos estado haciendo unas compras, porque en
Madrid desde hace unos meses abren todos los centros comerciales todos los días
del año.
-Comprar en estos sitios es muy fácil, porque se
está tan fresquito, y todas las tiendas tienen unos preciosos escaparates
llenos de ofertas y descuentos por fin de temporada que están diciendo a gritos
: ¡Cómprame!
-He comprado 3 camisetas de la talla (6-9meses)
para pintárselas a mi sobrino –nieto Jesús, hijo de mí ahijado Rafa y de Silvia.
-Después nos hemos sentado a tomar un rico café granizado, y yo le contaba a Félix, que cuando yo era pequeña, si estábamos en agosto en Madrid, por la noche hacía un calor
tremendo, y a veces, nosotras nos bajábamos con mi tía Loti al bulevar de Velázquez
y nos sentábamos a charlar un ratito.
-Entonces las terrazas no estaban abiertas
después de las 11, por eso solamente podías sentarte en un banco a charlar….
-Bajarse a la calle era algo muy típico de
Madrid, y en los barrios más populares, las mujeres sacaban las sillas a la
acera y allí montaban su propio palique. En los pueblos de los alrededores,
sacaban las sillas en cuanto daba la sombra y allí cosían o hacían bolillos con
unas almohadillas preciosas llenas de alfileres…..
-Ahora Madrid está cambiadísimo y es mucho más
cómodo para el ciudadano sentarse en una bonita terraza hasta la madrugada
tomando horchata, limonada , o lo que quieras, porque aunque en las casas, ya no hace tanto calor con los aires acondicionados, a los
madrileños nos sigue gustando bajarnos a la calle.