Hemos llegado a París después de un viaje muy rápido (solo hemos tardado hora y media), aunque sin quitarnos el cinturón por las turbulencias.
-Observar a mis compañeros de viaje es muy entretenido, siempre vemos gente original que hace cosas diferentes a las que hacemos nosotros.
En la parte de atrás iban unos jovencitos franceses que regresaban de unas vacaciones en España, y se reían muchísimo por cualquier cosa, así que cada turbulencia era para ellos una auténtica fiesta, con lo que nadie ha tenido miedo, sino risas.
Delante de mi iba un señor francés que estaba escribiendo música con su portátil; era precioso ver cómo canturreaba y dirigía una orquesta imaginaria, como si viajara solo, y cuando lo tenía, escribía las notas con el teclado y muy orgulloso, les volvía a dirigir.
-No podía faltar la pasajera pesadísima que además de que embarcó la última y tuvimos que esperarla, se dedicó a repartir las bolsas de sus compras por distintos sitios, y luego , durante el vuelo, pretendía sacar bolsas de un sitio y de otro,supongo que para verlas ,, hasta que la azafata la obligó a sentarse.
- Llegamos al aeropuerto de Orly, y hacia un calor húmedo horroroso, parecía que estábamos en La Manga del Mar Menor. ¡Menos mal que Daniel nos había enviado a un taxista francés que nos esperaba levantando un cartel con nuestros nombres!
-Paris de noche sigue siendo bonito, y hemos llegado a casa, con la ilusión de ver a mi hijo y ponernos al día.
-Mañana por la mañana. Desayunaremos croisants calentitos, y empezaremos nuestro recorrido parisino.
-Buenas noches
