Todos en alguna ocasión, sentimos el impulso irrefrenable
de hacer algo, de decir algo, de comer algo, de comprar algo, aunque a veces nos dejemos arrastrar por él y otras en
cambio, no.
-Los impulsos en general suelen ser cosas que no
nos convienen a largo plazo por eso es mejor posponerlo y esperar.
-Sabemos por nuestra experiencia personal y por
experiencias ajenas que las compras que
hacemos porque sentimos un impulso irrefrenable, casi siempre son malas, porque
descubrimos que hemos gastado muchísimo dinero en cosas innecesarias.
-También cuando siguiendo nuestro primer impulso,
nos metemos en una discusión sin pensar
en las consecuencias, sin tener muy claro nuestro argumento y contestamos de mala manera sin reflexionar,
casi siempre lo lamentamos.
-Cuando sentimos ese impulso irrefrenable, solemos
estar agobiados, preocupados, intranquilos y el hecho de comprar, discutir ,
hacer algo nos libera y hace que durante un rato nos sintamos muchísimo mejor .
-Así que dicho
de forma coloquial, los impulsos nos atacan cuando estamos de bajón, y
ese comportamiento que tenemos nos permite creernos que somos los mejores….
-Pero como sabemos de sobra que jamás este tipo de
comportamiento nos ha salido bien, lo mejor será que intentemos reflexionar
diez minutos cuando nos entre ese deseo de hacer algo exagerado y poco razonable.
-También hay que contar que “una vez entre un
millón”, es una buena opción seguir ese deseo absurdo y desproporcionado porque
puede salir4 bien.
-Os voy a contar una anécdota de alguien que actuó
así y le salió bien (creo que ya lo
escribí en una entrada hace años ).
-MI suegra me contaba que siendo ella maestra de
Fuencarral, conocía a una madre joven que llevaba a sus niños a la escuela, que a
ella le daba mucha pena porque según los niños, su papá maltrataba a su mamá, (aunque ella siempre lo negara ).
-Un día en navidades esta señora se fue a comprar zapatos a los niños a una tienda que había en
la Pza del Callao , famosa por tener unos zapatos “Gorila”, muy resistentes.
-Al bajar del metro en la Puerta del Sol, pasó por delante de la lotería de Dña
Manolita; las voces de sus vendedoras ,
la atrajeron hacia allí, y una de ellas la dijo . ¡Cómprame este décimo que te
va a tocar y puedes cambiar tu vida!. La señora, tímida como era, abrió su
monedero y se gastó el dinero de los zapatos en un décimo, y volvió a casa tan
contenta .
-De vuelta empezó a asustarse , así que le dijo a
su marido que había perdido el dinero,
con lo que este la insultó y la pegó.
-Días después mi suegra se la encontró en la calle
y al verla en tal mal estado quiso saber lo que le
había pasado pasaba, y al contárselo ella, le preguntó si había mirado el décimo, y ella se
lo sacó del escote temblando y le dijo que no, así que mi suegra la llevó a su casa y miraron en el ABC la lista del día
anterior, y¡ la había tocado el gordo!.
-Ayudada por las maestras, denunció al marido y
empezó una nueva vida con su madre y sus hijos, y hasta donde yo sé fueron muy felices.