Dicen los periódicos que llevábamos casi 50 días sin que
cayera ni una sola gota en Madrid, y claro, hoy se lo ha tomado muy a pecho, y
se ha pasado el día lloviendo sin parar.
-Es una buena noticia, si pensamos que se va a llevar, esa horrible seta parduzca que se
estaba formando por la contaminación de tantos tubos de escape, porque ha hecho
muchísimo calor y no hemos encendido las calefacciones.
-Anuncian que tendremos entre 15 y 40 litros por metro
cuadrado en la capital.
-Madrid, tan cosmopolita para tantas cosas, está de lo más
tímida frente a la lluvia. Los madrileños en bloque, nos asustamos en cuanto
caen 2 gotas, porque se forman unos atascos demenciales.
-Esta mañana, mi hijo Félix, me ha venido a buscar en coche
para que fuéramos juntos a recoger a sus niños a casa, y los lleváramos al
pediatra. Ha llegado tarde, porque había un tapón inmenso en el “nudo Manoteras”,
punto negro de la M-30, porque allí, lo más mínimo, origina un tapón de más de
400 metros.
-Hemos cogido un camino alternativo, y resulta que por la M-30, dirección Avenida de
América, no había casi tráfico, en cambio en otros puntos todo estaba parado.
-El viento, también nos ha visitado, y había zonas, donde el
coche se movía como si fuera de papel, porque alcanzaba los 80 kilómetros por
hora.
-Por fin, hemos podido llegar al pediatra, y como todo el mundo
se ha retrasado, no ha pasado nada. El doctor les ha mirado la garganta, los
dientes y los oídos, les ha auscultado, les ha pesado, y les ha regalado el
palito con el que les mira la garganta, por ser tan buenos, y estaban los dos
tan contentos……
-Alvarito, tiene bronquitis, y Natalia un catarro, así que
les hemos vuelto a meter en el coche abrigaditos , y hemos vuelto a casa.
-Los niños, siempre están contentos, y se sorprenden de
todo, por eso es muy emocionante ver el mundo a través de sus ojos aunque sea
solo un ratito.
-Natalia, miraba pasmada su ventanilla, porque caía tanta
agua que casi no veía la calle, y se
reía diciendo: ¡qué bonito, que bonito!. Alvaro, como es más pequeño, aplaudía
y decía ¡hala!.
-La calle estaba llena de gente a la que se le daban vuelta
los paraguas, porque no sé si vosotros
os habréis fijado, pero últimamente, casi todos los paraguas son tan malos que
se dan la vuelta. Yo creo que se dedican a diseñar paraguas ligeros plegables,
pequeños, y no se esmeran en que sean fuertes y resistentes.
-Cuando yo era pequeña, los paraguas con los que nos tapaban
cuando nos llevaban al colegio, solían estar descoloridos de tanto usarlos año
tras año, y si por casualidad se estropeaban, se le cambiaba una varilla en una
Tienda en la puerta del Sol, y ya estaban dispuestos a aguantar unos cuantos
años más.
-Yo, muchas veces pienso que es una pena que esta cultura de
usar y tirar, no controle un poco más la calidad de las cosas, porque como
solamente quieren que consumamos, pues lo ideal es que las cosas se rompan, las
tires, y compres otras nuevas.
-Lo malo de esto, es que esta filosofía de que lo estropeado se tira, hace que sin querer, solo se valore lo nuevo y lo recién comprado, porque es síntoma de modernidad, y todo lo clásico, les huele a viejo y a pasado…
-Mi hijo Daniel, nos ha traído a Gema y a mí unos paraguas preciosos que cerrados, parecen muñecas vestidas, y calzadas con botas y zapatos.
- Aún no lo hemos estrenado, y no sabemos si será útil, o solamente bonito. ¡Mañana estrenaré el mío!
-Yo, que soy quinta hija, todo lo que tenía, o casi todo,
había sido antes de alguno de mis hermanos, porque no recuerdo que estrenara
jamás ni impermeable ni botas katiuskas, ya que estaban hechos de materiales
tan resistentes que duraban y duraban.
-Ahora, confieso, que en algo, si me ha marcado. ¡Me encanta
estrenar!, y sin darme cuenta, muchas veces, cuando me compro algo, siento la
tentación de estrenarlo inmediatamente (je, je)