-Vivimos un momento de una violencia terrible, y no sabemos
a qué se debe.
- De pronto todo el mundo que hace este tipo de cosas, resulta que
estaba loco, y nadie lo había notado…..
-Todos somos culpables, porque la sociedad, la formamos
todos, y creo que cuando pasan esos sucesos tan terribles, debemos dedicar unos
momentos a reflexionar con sinceridad, y a intentar buscar una respuesta lógica
a esta espiral de violencia y de locura que nos invade.
-Yo solamente soy una maestra, y no pretendo dar una lección
de nada, pero creo que como tengo mucha experiencia, puedo aportar mi granito
de arena.
-Existe un poema maravilloso de Robert Fulghum, que dice que todo se aprende en el parvulario, y que si se aprende bien, el mundo de los adultos, la familia, el trabajo, el gobierno, y el Mundo, funcionarán a la perfección. Os recomiendo que lo leáis, su título es: "TODO LO APRENDÍ EN EL KINDER"
-Hay que evitar a toda costa que los niños sean violentos.
Debemos tener cariño y paciencia suficiente para enseñarles a canalizar su ira,
para evitar que les den ataques de rabia
(rabietas), de pequeñitos, porque si las pasamos por alto, al llegar a
la adolescencia, tendrán, auténticos
episodios violentos que les pueden llevar por un mal camino.
-Cuando los niños quieren hacer algo, y los padres no están
de acuerdo, normalmente, sienten una gran frustración, y lo único que podemos
hacer los adultos, es enseñarles a verbalizar sus sentimientos.
- Que digan,( aunque
sean pequeños, y hablen poco), lo que sienten, así, nosotros les podremos
razonar nuestros motivos para decir ¡No!
-Que se ayuden con gestos, pero que se comuniquen. Que no
empiecen a guardarse desde pequeñitos un saco de rencor, que si no se remedia,
será una pequeña bomba en la adolescencia.
-Es muy importante hablar con los hijos, tengan la
edad que tengan, porque muchas veces, ellos se han montado una película, con
sus propios argumentos de algo que a lo mejor no existe, y se sienten “ninguneados“,
por sus padres, sin que ellos ni siquiera lo sospechen.
-Cuando mi hijo mayor Daniel, tenía alrededor de 6 años, mi
marido Félix, que es auditor, empezó a
viajar algunas semanas al mes, para hacer auditorías, de lunes a viernes.
-Yo notaba que Daniel, estaba triste y muy calladito, y
después de mucho preguntarle, me dijo:
-Mamá:- ¿Papá se ha
ido de casa y nos ha dejado porque yo soy un niño malo?
-A mí, se me llenaron los ojos de lágrimas, y me di cuenta
de que no había pensado en los niños. Tenía que haberles explicado aunque fueran
pequeñitos, la nueva situación, el porqué su padre viajaba, porque al no entenderla, se habían asustado,
montándose una película de que su padre nos abandonaba.
-El diálogo, sirve para acercar a las familias, y si cada
uno intentamos, que los niños que nos
rodean, hijos, sobrinos, nietos, alumnos, amigos, sepan que todo se puede hablar,
será más difícil que se llenen de odio contra la humanidad.
-Muchas personas, están muy ocupadas y piensan que hablar
con los niños es una pérdida de tiempo. Yo, no estoy de acuerdo en absoluto,
las cosas se les pueden explicar de manera sencilla y cortita, y si
llegado el momento, no lo entienden,
pues es sanísimo decir: Porque lo digo yo, y punto.
-Las normas deben ser pocas, cortas y precisas. Si es no, es no,
siempre, para mamá, para papá, para la abuela y para todos. Porque lo que más
desconcierta a los niños es no saber qué hacer, cuando cada uno les dice una
cosa diferente.
-Cuando yo estudiaba Magisterio, tenía una profesora Dña
Vicenta, que nos decía que un niño sin
normas está en peligro, que es como si le hacemos cruzar un gran puente de
cuerdas sobre un río sin barandillas.
-Debemos conseguir transmitirles a nuestros niños confianza
y amor. Les podremos educar en valores que nosotros tengamos, porque no podemos
olvidar que los niños aprenden lo que ven no lo que oyen.
-Estos jóvenes asesinos, de los que desconozco su infancia,
sé a ciencia cierta que no han interiorizado los valores morales básicos: el
respeto, la tolerancia, la solidaridad, la verdad, que son los que forman los
pilares de nuestra vida, y es labor de los padres acompañarles en el proceso de
búsqueda de su propia personalidad, y asegurarnos de que los asumen como
propios.
-Un niño con padres cariñosos y comprensivos, será un joven
tolerante.
-Merece la pena que los adultos nos esforcemos, en
enseñarles el camino que les conducirá a la felicidad, y ese camino, tiene que
estar exento de violencia.