La famosa
psicoterapeuta, y trabajadora social, Virginia Satir(1916- 1988), fue un verano
a un pueblo del Sur de los Estados
Unidos, contratada por el Área de Servicios Sociales.
- Pidió que invitaran a un grupo de personas que tuvieran como
único ingreso el cheque de Servicios Sociales, y que les reuniría todos los
viernes.
-Pidió también una cierta cantidad de dinero en
efectivo para poder afrontar una serie de gastos.
-Tenía muchísima ilusión, porque llevaba
preparada una conferencia muy brillante con la que siempre tenía el éxito
asegurado, y quería demostrarse que ese público, a pesar de no ser como el que
solía acudir a sus charlas , también reaccionaria positivamente ante sus
mensajes de amor, positivismo, solidaridad y esperanza, y que cualquiera bien
aconsejado, es capaz de autoabastecerse.
-Los asistentes eran 12 personas de distintos
grupos raciales, de distintas edades, con familias diferentes y el único nexo que aparentemente les unía, es
que todos dependían de la ayuda social.
-Lo primero que dijo al auditorio, después de
saludarles y presentarse fue:
-Me gustaría conocer sus sueños.
- Un hombre demacrado, se levantó y le dijo. ¿Sueños?,
nosotros no podemos tener sueños.
-Todo el auditorio,. Se quedó mirándole como si
estuviese chiflada.
-De niño tendrías algún sueño, seguramente,
habría alguna cosa que te gustaba hacer?.
-Una mujer se levanto, y gritó. ¿Para qué sirven
los sueños cuando vives rodeado de ratas, que incluso se pueden comer a tus hijos?.
-¿Y qué harías tu, si pudieras para defender a
tus hijos de las ratas?
-Pondría en mi puerta, que está llena de agujeros un
nuevo tejido….
-Virginia preguntó mirando al auditorio: ¿hay
alguien aquí que sepa arreglar esa puerta?
-Un hombre se levantó, y dijo que hacía tiempo
que él era muy habilidoso , y, sabía
arreglar esas cosas, y, que aunque ahora tenía mal la espalda, lo intentaría.
-Yo tengo algo de dinero, y le daré lo necesario
para que compre lo que necesite, contestó Virginia, así que manos a la obra.
-Al siguiente viernes, la señora les dijo que ya
le había arreglado la puerta.
-Entonces, dijo al hombre que había hecho el
arreglo.
¡Empecemos a soñar!.. ¿Cómo te sientes?
-El hombre, se levantó sonriente, y dijo que se
sentía muchísimo mejor, y eso hizo que bajara la tensión en el grupo, porque
empezaban a pensar que las cosas podían cambiar.
-Otra señora se levantó, y les confesó que siempre
había soñado con ser secretaria.
-¿Qué te lo impide, dijo Virginia?
-Tengo 6 hijos, y no tengo quien los cuide
cuando yo no estoy.
-Entonces preguntó en voz alta: ¿Hay alguien que
pudiera quedarse con los niños un par de veces en semana, mientras esta señora
va a las
clases de secretariado a la Escuela Municipal?
-Otra señora se ofreció a hacerlo, porque le
gustaban mucho los niños, a pesar de que ella también tenía hijos.
-Así que poco a poco, el hombre de la puerta se
colocó haciendo arreglos, la madre de secretaria, la cuidadora de niños, obtuvo
su licencia, y en doce semanas, los doce asistentes al curso, estaban fuera de
la asistencia pública.
-Es una historia que nos hace pensar que la
unión hace la fuerza.
-Buenas noches