Hace unos
días estuve hablando con una compañera de colegio.
-Nos
encontramos casualmente en el aeropuerto, y yo noté inmediatamente que
intentaba pasar desapercibida y que no quería saludar.
-A veces las
cosas no salen como las personas quieren, y nos encontramos otra vez en la
cafetería de frente, y ya no tuvo más remedio que saludarme.
-Yo,
recuerdo a esta chica como una compañera alegre y pizpireta con la que compartí
muchos recreos y juegos y cumpleaños, así que no pude por menos que preguntarle
el motivo por el que parecía no querer saludarme.
-Se quedó
muy cortada ante mi pregunta tan directa y balbució torpemente un aluvión de
insultos al colegio, a las monjas y
añadió que había sido la peor época de su vida, y que por su culpa era una
desgraciada, además no había podido olvidar que la gané en la competición de
catecismo……¡increible!....
-Es muy
curioso, porque el colegio del que ella hablaba y el que yo recuerdo, apenas se parecían.
- Yo
recuerdo un patio grande, alegre lleno de
risas, de columpios, de juegos y de amigas, y el que ella recordaba parecía un
reformatorio de una película de terror tipo “El Internado”.
-Nos
despedimos deprisa, con la risa que me produjo oírla decir que yo era la
favorita de todos, porque era una “empollona”,
o sea una niña muy estudiosa a la que todo el mundo quería incluso las monjas…
-Yo no sé
esta chica de donde se ha sacado esta película de maltratos infantiles, porque
jamás en los tres años que estuve en ese
colegio, vi que maltrataran a nadie nunca.
-Jamás he
sido una “empollona”, era simplemente
una niña normal a la que no costaba ningún esfuerzo aprobar, porque era lo
bastante lista como para saber que si atendía en clase ya tenía la mitad del trabajo hecho, y además
tenía la gran suerte de que siempre me ayudaba con los deberes mi hermana
Mª José que como era un poquito mayor que yo y muy lista, me enseñaba reglas
nemotécnicas para memorizar las cosas, y por eso quedé campeona de catecismo
con las Bienaventuranzas.
-Me dijo que
solo me tenía que aprender las palabras mágicas como las que dice la madrina de
la Cenicienta.
-PO Ma LLo A
Mi Li Pa Pa, y me las cantaba y las bailaba con pasos de ballet.
El truco era
que tenías que decir primero.
-Bienaventurados
los Po…..Pobres, luego los Ma…Mansos,
Llo, los que lloran, A… Los que han hambre y sed, Mi… los misericordiosos, Li… los limpios de corazón, y Pa…..los pacíficos.
-Nunca me
lo hubiera aprendido de no ser por mi
hermana.
- La verdad
es que estas monjas del Apostolado, eran unas monjas americanas muy modernas,
por eso mi madre al terminar mis hermanas el colegio de Las Carmelitas, me matriculó a
mí en este colegio porque iba mi amiga Moni, y como
estaba estaba cerca de casa en la calle Nuñez de Balboa, podíamos ir andando
juntas.
-Me adapté
enseguida a este colegio y a las monjas, y la verdad es que me gustó mucho, porque
tenía muchísima menos disciplina que el otro. Allí podías hablar y decir tu
opinión, cosa que en el otro estaba muy mal visto porque era una falta de
respeto, y decían siempre: “Las niñas, se callan”.
- Teníamos
clases de teatro y de manualidades y jugábamos al baloncesto, teníamos competiciones de atletismo contra otros colegios.,
y hacíamos concursos de tablas y de catecismo.
-Los
recuerdos son como son, y desde luego los míos son buenos, a lo mejor es que he
podado los malos, pero si es así, mejor que mejor.
-Decía mi
madre que yo dormía mucho y que me levantaba nueva, así que seguramente por eso
solamente atesoro buenos recuerdos, ya que la fase del sueño en la que soñamos, está basada en una
composición neuroquímica diferente, y nos proporciona una terapia que borra lo
malo de las experiencias emocionales vividas durante el día, porque las sustancias
químicas que generan el estrés dejan de producirse, y así suavizamos los
recuerdos dolorosos.
- Por eso,
tras un buen descanso, nos despertamos contentos y relajados, sin ganas de recordar
“malos rollos”.