He intentado convencer a una amiga mía sobre la
exageración de su enfado.
-Se ha peleado con su prima, que es como su hermana
por una tontería, y está tan enfadada y tan dolida que dice que nunca jamás la
va a volver a hablar.
-Voy a contarle una leyenda india que escuché en
“La Rosa de los Vientos “y que creo que la va a ayudar a reflexionar sobre esto.
Las Tres Pipas
Un día un indio fue a la tienda del jefe de la
tribu y le contó que estaba tan furioso porque otro miembro de la tribu, al que ya
consideraba su enemigo, le había ofendido gravemente, y pensaba matarle sin
piedad.
-El jefe, que era un hombre sabio, le escuchó
pacientemente, y le pidió que antes de hacer nada, llenara su pipa de tabaco, y
se fuera a fumarla con tranquilidad al pie del árbol sagrado de su pueblo.
-El hombre obedeciendo las instrucciones cargó
su pipa y se sentó a fumarla bajo la copa del gran árbol.
-Fumó tranquilamente y tardó una hora en acabar
su pipa. Se levantó, limpió la pipa de cenizas y se dirigió de nuevo a la
tienda del gran jefe.
-Una vez allí, le dijo que lo había pensado
mejor, que había pensado que matar a su enemigo era algo excesivo, que creía
que bastaría con que le diera una buena paliza para que ya nunca se olvidara de
la gran ofensa que le había infringido.
-El anciano jefe le volvió a escuchar con calma,
aprobó su decisión, pero le dijo, que ya que había cambiado de parecer, que
volviera a llenar la pipa y se fuera a fumarla al mismo lugar.
-Esta vez el hombre no solo fumó su pipa, sino
que se quedó media hora meditando.
-Al regresar junto al jefe, le dijo que
consideraba excesivo pegar a su enemigo, que le bastaba con ir a verle y
echarle en cara su mala acción, en voz alta para que sufriera la vergüenza delante
de todos.
-El anciano le escuchó con paciencia y una
sonrisa bondadosa se dibujó en su rostro al decirle, que volviera al árbol,
fumara y meditara.
-El hombre obedeció y volvió junto al árbol centenario, aunque
estaba un poco un poco molesto, y poco a
poco fue convirtiendo en humo el resto de ira que le había llevado a armar
semejante bronca.
-Al terminar, volvió y le dijo al gran jefe:
-“Pensándolo bien, creo que la cosa no era para
tanto. Iré donde está mi agresor para darle un abrazo. Así recuperaré un amigo
que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho”.
-El jefe sonriendo le regaló dos cargas de
tabaco para la pipa, diciéndole que fueran a fumarlas juntos bajo el gran
árbol.
- Los enfados hay que pensarlos despacito,
porque las cosas vistas con un poco de calma y de distancia se ven de otra
manera.
-Buenas noches