Me cuenta una amiga que ha ido a visitar a su
madre a Inglaterra, y que a pesar de que hablan a diario, y a veces más de una
vez al día, sentía la imperiosa necesidad de verla, y se marchó con una bolsa
de mano a pasar un fin de semana con ella.
-Apenas puede hablar contándomelo, porque las
lágrimas la ponen una especie de nudo en la garganta.
-Mi madre, dice, ha envejecido en dos meses, de
tal manera que parece otra persona.
-¿Cómo es posible que envejezca de esa forma en
tan poco tiempo?
-La he intentado calmar, y la he explicado, que
el problema reside en que a ningún hijo,
nadie nos ha preparado para ver envejecer a nuestros padres, y es muy difícil asimilarlo.
-De pronto un día, te das cuenta de que ya no son
las personas que admirabas, tan seguras de sí mismas, y tan comprensivas que sabías que siempre te iban a
ayudar a resolver tus problemas, porque siempre tenían un mágico as en la manga
que encerraba la solución.
-Ahora
ves que se están haciendo mayores, que andan más despacio, no porque
quieran hacerte esperar, sino porque les pesan las piernas, y se dedican a
querer y a mimar a sus nietos como nunca hubieras imaginado.
-No quieren hacer planes a largo plazo, porque
saben la fragilidad de su vida, por eso se conforman con disfrutar cada día, y
quitan importancia a todas esas cosas que nosotros consideramos básicas.
-Los hijos no sabemos aceptar el ciclo de la
vida, y nos ponemos nerviosos y nos inquietamos cuando nos parece que no hacen
algo bien , y les reñimos , porque no tienen energía, y, nos asusta pensar que ya no puedan hacer
algunas cosas que antes dominaban.
-Les regañamos cuando vemos su falta de
habilidad con la informática, o que no
saben grabar una película en la moderna tele que les regalamos, o que no manejan bien el iPhone, y si se les
ocurre repetir alguna anécdota, saltamos . ¿Quién es el Presidente del
Gobierno?, ¡papá , por favor!, a ver si es que vas a tener Alzheimer.
-Mi padre, en sus últimos años, aunque todavía era joven (murió con 74 años), repetía siempre
las mismas anécdotas; él que era un hombre amenísimo, gran conversador, y con
una prodigiosa memoria.
-Un día mamá se lo consultó a su médico
especialista, y este la explicó, que repetía las cosas que le habían hecho muy
feliz, porque su presente era catastrófico.
-Así , que a lo mejor, eso les pasa a todos. Por
eso , no deberíais, (yo, desgraciadamente ya no los tengo a mi lado),
regañarles, ni provocar discusiones absurdas, esperando que las cosas vuelvan a ser como antaño, porque eso es imposible.
-Lo malo de esta intolerancia de los hijos, es
que es simplemente miedo de perderles, y en vez de dedicarnos a quererles, y a
disfrutar el tiempo que nos quede de estar junto a ellos, a veces nos dedicamos
a reñirles con la esperanza de que el tiempo se detenga mágicamente y no
envejezcan, causándoles una profunda pena.
-Buenas noches.